ABRASANDO NEURONAS

Me sangra el cerebro. Ya es una norma del rodaje. Hasta las doce, todo va bien, pero una hora antes de comer, la cosa se desmadra y a partir de ahí, a correr como putas. Hoy he vuelto a sobrevivir, pero tengo mogollón de planos únicos. Un roce de foco, o cualquier problema semejante y me corto la yugular. Joder, no puede ser. Esto no es plan, nunca mejor dicho. Eso sí, he intentado de nuevo que la angustia no se me note, porque hace mal efecto delante del equipo, y he bromeado todo el rato con Elijah y Leonor, con Dominique, que se ha portado fenomenal. Mr. Hurt, que de nuevo ha tenido que aguantar toda la tarde para un sólo plano a las seis, ha estado tremendamente amable, con una sutil y levísima ironía que cubría todos sus diálogos, y a mí, con ellos.

Mi cruel (aunque bellísima) superproductora amenaza con una cena para hablarme del final. ¿Qué querrá? ¿Con quién habrá hablado que le ha dicho algo extraño y ahora quiere cambiarlo todo? Y de cenar nada, porque yo tengo que trabajar y estoy agotado. Dios, que no me agobien, coño, por favor os lo pido. Bastante tengo ya, para aguantar encima los sutiles y acertadísimos comentarios de mi productora. Querida, admirada y respetada (....) Si lees esto, se benévola, y déjame tranquilo, que me estalla la cabeza. Con todo el cariño del mundo, de verdad. ¿Quieres matarme? ¿Eso es lo que quieres?

También Rosa quiere tener una reunión sobre la secuencia de Greenwich porque al parecer, "arte" tiene problemas con el presupuesto. No soy yo, ni ella, es "arte" los que tienen problemas. Como decía otra productora altamente cualificada que tuve hace tiempo, y a la que me gustaría olvidar, "todos los problemas los soluciona el director". Claro. Si no hay pasta, dices: esto no se rueda, y todo el mundo tan contento. Esas soluciones magníficas, que no restan valor a la producción y sin embargo la abaratan considerablemente, existen quizá, en el cine iraní, pero aquí, en Londres, no; y me temo que en España tampoco. El que algo quiere, algo le cuesta, compañeros. Esa es mi humilde y poco original opinión. No lo digo por Rosa, que hace lo que puede. Realmente no lo digo por nadie, sencillamente, lo lanzo al viento. Un aullido quejumbroso que se llevará el viento gélido de Londres.